miércoles, octubre 3

Las castillas

En medio de la vorágine, de pronto, encuentro un lugar para perderme, al margen del mundo.

Dónde el calor cotidiano, que uno creía cenizas, se convierte en vergel, fuego intenso y caricias en las que dejarse consumir.

Un lugar ignoto que sin embargo te acoge, con el orgullo de saber que quién reclama tus favores pertenece a la saga de los sencillos, de los que con bondad y sapiencia cosen los límites de su propia grandeza. Bonito galgo negro entre mis brazos, de casta le viene.

Porque a veces uno percibe el mundo lleno de espinas y, sin embargo...

Se puede encontrar la felicidad a la vuelta de la esquina, cada recuerdo en el pequeño nicho de un palomar, cada caricia, cada deseo, tendido al sol en un paisaje en el que los límites de la mirada son infinitos. Y tú, que me adentras en tu mundo, qué niño fuiste en bicicleta por las Castillas.
No me importa dónde vayas, pero me gustaría ser siempre el lugar al que vuelves.